SE LLAMA GUSTAVO PETRO Y SERÁ SU PRESIDENTE


Por. Víctor Garavito

En la teatralidad del escenario político colombiano y su espectáculo, muy a pesar de las simulaciones y sus elaboradas construcciones de imagen de los candidatos que representan los intereses de quienes siempre han tenido el poder, los artificios se derrumban cuando la realidad se antepone a las estrategias mediáticas, las falsas noticia y el sesgo de los medios privados de información.

A pesar de ello, a perece reiterativamente estrategia del miedo como dispositivo de control social, porque el pánico desactiva la movilización de una sociedad a punto de estallar ante las inocultables evidencias de una clase política que se tomó el Estado hace 200 años. La misma que se perpetuo sus redes de corrupción y clientelismo para sostenerse; pero por si algún motivo, este entramado fuera franqueado, nos podemos encontrar con otro de sus tradicionales aliados: las mafias regionales del narcotráfico tomadas hoy por los carteles mexicanos, quienes lo controlan todo y nos imponen el silencio.

Todo se compra en este país, edificado sobre la mentira, la muy generalizada ética del «como voy yo ahí» de los corruptos y el desprecio por la vida, que heredamos de los narcoparamilitares. De esta forma, nos acostumbramos a vivir, sin sueños ni las utopías y sin futuro. Así nos destruimos, sin el menor asomo de la sensatez prodiga que nos aliñe la esperanza al despertar y nos recuerde el ideario que nos definen como sociedad.

Colombia, en medio de sus propias agonías, esta una nación destruida, abandonada por su conciencia colectiva y menoscabada por su indiferencia hacia sí misma; mientras, el país continua siendo el eterno moribundo terminal donde no se le da tregua a la guerra; al contrario, sigue sosteniendo la pérfida concupiscencia de sus odios enconados, al que apela siempre la clase política para inocularnos el miedo, como único argumento de supervivencia.

Es ahí donde esta la diferencia, porque Gustavo Petro nos habla de un país real y de un proyecto de nación que tendremos que construir conjuntamente; además, de otro modelo de desarrollo distinto al extractivismo con el que las multinacionales mineras destruyen al país y uno de nuestros activos más importantes: la biodiversidad.

Hoy, solo nos queda apelar a nuestra conciencia y definirnos frente al futuro, el mismo que se debate entre la esperanza o la de quedarnos postrados ante el poder de los carteles mexicanos y las mafias regionales; entre la corrupción y la decencia; entre la posibilidad de acceder a la educación para construir una sociedad que se desarrolle con el conocimiento o la que heredamos de los tiempos de la colonia, la del latifundios improductivos frutos del despojo de las tierras a los campesinos, que no hace mucho se pretendió hurtar los recursos del Estado, a través del Programa Agroingreso Seguro; entre una Colombia Humana que ve como los niños se apasionan en sus escuelas por las apasionante aventura del saber o la que se muere todos los días de hambre como ocurre en La Guajira.

Mañana, las ciudadanías libres definiéremos si nuestra sociedad esta dispuesta a superar el trauma sadomasoquismo que nos persigue históricamente y nos esclaviza o nos dejamos llevar nuevamente a la guerra; si nos enfrentamos a verdad o si por el contrario preferimos ser los mentirosos de siempre.


¿Y que país prefiere usted?

Fotografías: ©Hugo Vega, mayo de 2018.

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