30 AÑOS DESPUÉS DE LA CONSTITUCIÓN DE 1991: COLOMBIA SIGUE SIN HORIZONTE DE FUTURO

El país de 1991 no era muy distinto al de hoy, incluso muchos de sus protagonistas continúan en el poder, a pesar de ser responsables de innumerables hechos de corrupción y de negarle a la nación la posibilidad de consolidar la paz; sin embargo, en ese momento, la exacerbada violencia protagonizaba por el narcotráfico y la abierta combinación de todas la formas de lucha del Estado colombiano, es decir, de su clase política, los sectores productivos, financieros y los medios de comunicación, no solo los llevó a diseñar y patrocinar el paramilitarismo, como una estrategia de control social y sistemática persecución de los movimientos sociales, sino a entregarle nuestras riquezas a las multinacionales extranjeras, que encontraron el mejor escenario para convertirnos en sus esclavos. 

Mientras Gaviria, ni siquiera vendía sino que le entregaba a cambio de nada, nuestros recursos a los grandes capitales extranjeros y todo cuanto se les ocurría, los colombianos cada día se empobrecían y la economía sucumbía al encanto de la globalización a cambio de nada, los que nos dejó un modelo económico dedicado al saqueo y la muerte que produce el extrativismo; mientras los connacionales veían atónitos el propio destierro de sus sueño, porque ya no era posible ni siquiera contemplar un horizonte de futuro. 

El país todavía vivía con la mentalidad impuesta por el frente nacional y la chulavita conservadora que expropio a sangre y juego a los campesinos colombinos de sus tierras, por lo que nunca logró superar su visión patriarcal de una hegemonía plutocrática que inició el genocidio que exterminó a los partidos Unión Patriótica -UP- y A Luchar; además, consolidó los 50 clanes políticos regionales dueños de este feudo contemporáneo que hoy llamamos Colombia; estos señores feudales son quienes se sientan en el Congreso de la República y olímpicamente se han dado a la tarea de crear sus propios partidos políticos y llevarnos los domingos al estadio, para que después de salir de las iglesias se nos olvide que mañana será peor.

Aunque, la ilusión duro poco y se fue esfumando con la toma del poder por el uribismo, ese 5 de febrero de 1991, intentamos amanecer más temprano cuando se instaló la Asamblea Nacional Constituyente, que fue el fruto del Proceso de Paz con diversos grupos insurgentes, pero también de la lucha que inició el movimiento estudiantil de la Sétima papeleta, donde el actual gobernador del Magdalena fue uno de sus promotores, en momento que la Corte Suprema de Justicia y el Estado, para apaciguar los ánimos del un pueblo apunto de explotar y quizás por eso fue que el escenario se abrió a la posibilidad de discutir cuál era el país que otros se imaginaban y aquellos que guardaron silencio, tuvieron por primera vez la oportunidad de alzar su voz contra la vieja y ultraconservadora constitución de 1886 de Rafael Núñez. 

Los avances fueron significativos y esperanzadores, pero poco duraron porque con las posteriores reformas que desde el Congreso de la República que se le han hecho al país imaginado en 1991, el sueño se evapora todos los días; solo vasta con nombrar dos de ellas que nos pueden ilustrar el tamaño de la frustración: una es el deplorable espectáculo y el acto de corrupción en que se convirtió la aprobación de la reelección del expresidente Álvaro Uribe Vélez y que conocimos con las revelaciones de la Yidispolítica; el otro es el desmote paulatino de la única oportunidad de defendernos de la injusticia, como es la tutela. 

Hoy, 30 años después el país se mueve entre la desilusión y la esperanza, que protagonizan los actores políticos, que vieron esta semana como la nueva derecha que representa el Partido Verde, Sergio Fajardo, Jorge Enrique Robledo, Humberto De La Calle y sus liberales disidentes, se sentaron para impedir que expresiones distintas a las suyas y a esconder la nueva reedición del uribismo, ese del Grupo Empresarial Antioqueño -GEA-, interesado en silenciar a toda costa el escandalo de corrupción y despojo que significa el Hidroituamgo de Álvaro Uribe Vélez, Fajardo y su clientela; eso mismos, son los que imponen vetos, profundiza las diferencias y la exclusión de grandes sectores sociales del país que tienen voz propia. 

A pesar de la celada de esa amalgama de eclecticismos ideológicos entre Verdes, MOIR, Liberales y Compromiso Ciudadano que definen a la neoderecha, no les interesa la nación sino que necesitan el poder; ante la jugada, de por sí clasista de naturaleza hegemónica, los movimientos sociales, los trabajadores y los diferentes sectores alternativos cierran filas frente al intento de menoscabar la democracia y defender las conquistas de la Constitución de 1991; pero sobretodo a continuar trabajando en torno a verdaderos ejercicio de unidad que nazcan del consenso programático con el propósito de construir verdaderos horizontes de futuros.

No hay comentarios