RESPUESTA A JAIME AVENDAÑO, DIRECTOR DE LA OGRICC. LOS FUNCIONARIOS PÚBLICOS Y LA PRENSA


Aproximaciones a la deontología del Oficio
Por. Víctor Garavito

Ser periodista es mucho más que pararse frente a una cámara, hablar por un micrófono, vender un periódico, hacer una revista de publirreportajes, tomar una fotografía y medio saber digitar algunas palabras frente al computador.

Ser periodista es mucho más que el hobby de los abogados litigantes, los mismos que cuando no se encuentran detrás de sus negocios en los juzgados, están enfermos por aparecer en los medios de información; tampoco es el refugio de los políticos con aspiraciones del poder; menos es la tribuna que nunca han tenido las venganzas frustradas o aquellos que siempre creen tener la razón con la pseudoprofética verdad revelada; tampoco es el espacio de los xenófobos de oficio y los que tienen por negocio la segregación, es decir, esos que promueven los ghettos, el macartismo y visiones reduccionista en nombre de los etéreos, la fe y los absolutamente absolutos, porque el periodismo no se presta para la conspiraciones de ningún poder, en resumidas cuentas es el contrapoder.

Ser periodista es tener el privilegio de ejercer el “oficio más lindo del mundo”, como señalará Gabriel García Márquez; de tal manera, que ser periodista es asumir conceptos como el de “mediación social” propuesto por el investigador Jesús Martín Barbero o los de “acción comunicativa” de Jürgen Habermas; pero también los de los estudiosos como Néstor García Canclini, Jacques Derrida, Martín Serrano, sólo por señalar algunos nombres cercanos.

La información debe fundarse en una preocupación deliberada por las necesidades y los intereses de la comunidad;(…) Debe asegurar una conexión con la comunidad tanto como un impacto en la comunidad (…) Comprender a las comunidades permitirá que los futuros profesionales de los medios sean participantes y no sólo meros observadores (para) preservar los valores del periodismo como servicio público frente a las presiones competitivas que buscan mercantilizar las noticias. 
Edmund Lambeth

Ser periodista es ser un investigador consumado, mucho más que un simple opinador desesperado por demostrar que tiene la razón; va más allá de aprender a formular las preguntas al Alcalde de turno o cualquier funcionario público, solo con el fin de ayudarles a lanzar el aroma fulgurante de los espejismos de sus verdades a medias, porque como dice el Calle 13: “una noticia mal contada es un asalto a mano armada”.

De tal manera, que ejercer el periodismo, en los albores del Siglo XXI y a pesar de las facilidades que ofrece hoy el acceso a la información a través de la internet y que no permite realizar minería de datos, la reportería continua siendo un entramado de desafíos, frente a los que se debe acceder con responsabilidad, ética y sin prejuicios personales o ideológicos, como lo acabo de demostrar el equipo de Noticias Uno en el escabroso caso de Jorge Enrique Pizano, Odebrecht y que hoy envuelve al Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez Neira.

No obstante, se requiere de mucha creatividad, intuición, capacidad de abstracción e imaginación, calidades que no se aprenden en un salón de clases sino el el laboratorio de la realidad.

No obstante, quizás una de la cualidades que debe temer un periodista es su capacidad de lectura, su pasión por estar siempre bien bien informado y su permanente lucha contra la desmemoria, como decía el poeta uruguayo Mario Benedetti; es decir, es un guardián de la memoria histórica, porque esta es una herramienta en la búsqueda de la verdad.

Quizás, el periodista es el más incomodo para sociedades como la nuestra donde la corrupción es la normalidad; siempre denuncia permanentemente el maltrato e irrespeto a la dignidad de las personas por parte de los funcionarios públicos, la complicidad frente a la violación de los derechos humanos, el fascismo estatal y el racismo que practican algunos, en su afán de desviar la atención y tenderle cortinas de humo a la verdad.

Razón por la cual, para un periodista lo más preciado es su independencia, es decir, significa que no es un vasallo de los poderes ni un esclavo de quienes siempre intentan esconder sus verdaderos intereses frente a la sociedad.

Por eso, develar es uno de los ejes del cualquier principio ético del periodista y cuestiona florituras pseudoconceptuales como el de “crítica democrática” (VER VIDEO AQUÍ), termino que acuñó un político samario el pasado 15 de noviembre del presente año, a través una de las más importantes emisoras de Santa Marta, como lo es Fuego Stero, con el que se intenta deslegitimar nuestro sagrado derecho a ejercer la crítica y de pasó deja al descubierto la debilidad de su construcción argumentativa.

Antes de caer en el maniqueísmo gnoseológico y las simulaciones de la pretendida audacia política que busca inocular en su feligresía el fervoroso unanimismo del leseferismo -laissez faire, laissez passer(dejar pasar, dejar hacer)- como estrategia; esta novísima idea condena a la libertad de expresión, la circulación de otras cosmovisiones y de otras voces en la ciudad porque las niega y las excluye, so pena de caer en la desgracia y la persecución, por la ingeniosa receta de esta democracia a la fuerza.

A parecer el concepto de “crítica democrática” debe ser entendido por el encantamiento de una elevada singularidad dialéctica: la única verdad es la que profesa quien intenta imponer una visión unilateral de la realidad, vieja práctica política en el país.

Pues bien, la crítica no es constructiva, destructiva ni mucho menos democrática, es simplemente una visión del mundo de quien la ejerce; la crítica revela el grado de civilización y madurez que ha alcanzado una sociedad; es el espacio del reconocimiento de la otredad y el ejercicio de un derecho inalienable e imprescriptible de cualquier ciudadano, independientemente sí es periodista o no y cuya única condición es que sea respetuosa de la dignidad humana.

Finalmente, hoy los reporteros locales están más expuestos ante las presiones del poder y sus mecanismos de impunidad; que revele el juego de la doble moral del discursos del Estado y los intereses soterrados la clase política local y regional; además, de la autocensura que nos imponemos por distintas razones y una de ellas esta la de no perder nuestro puesto de trabajo. De ahí que, saludamos a eso valientes periodista de verdad, aunque algunos se empeñen en avergonzar esta maravillosa profesión.

La información, generalmente concebida como la precondición de todo debate, no es —sin embargo— sino su resultado (…)  Si la información no se genera en el debate público, gran parte de esa misma información será irrelevante — en el mejor de los casos— o manipuladora, en el peor Christopher Lasch





Image y Video: ©[ar] actualidad regional, 2016.

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