EN ALGARROBO: LA FIEBRE BLANCA


In Memoria Manuel JoaquĆ­n Estrada Reyes, QDEP.

Por. Victor Garavito

Cuando Manuel Joaquín Estrada Reyes, salió de su casa en San Jacinto, Bolívar, a sus escasos 21 años en 1950, no se detuvo ni un sólo instante para mirar atrÔs, simplemente inició su viaje, que días mÔs tarde lo traería las tierras del municipio de Algarrobo.
 
Hoy, a sus 84 aƱos, 12 hijos y mĆ”s de una decena de nietos, es uno de los pocos testigos y protagonista vivos de ā€œla fiebre blancaā€ del algodón, que se tomó esta región del Magdalena.

Y es que el cultivo de algodón ocupó el segundo renglón en la economía nacional, después del café, debido a lo que significó su producción agrícola y la llegada de nuevas divisas como consecuencia de sus exportaciones; por otro lado, abasteció dos terceras partes de la industria manufacturera del país y cerca de una cuarta parte de la sector de grasa y aceites.
 
Así mismo, su cultivo llegó a ocupar estacionalmente cerca de 480.000 trabajadores en su pico mÔs alto de su producción durante la época de su cosecha; ademÔs, consumía el 70% de los agroquímicos y absorbía un 30% del crédito destinado al sector agropecuario, como lo muestran los indicadores bancarios de la época.

El algodón llegó a Algarrobo en 1955 cuando desplazó el cultivo de yuca y maĆ­z e inició la ā€œFiebre Blancaā€, recuerda don Manuel. Eran los dĆ­as en que se inundaba mĆ”s de la mitad del entonces Corregimiento que pertenecĆ­a a Fundación y que mĆ”s tarde serĆ­a elevado a la categorĆ­a de ente territorial, en 1999.

ā€œCuando llegue a Algarrobo, trabaje en ganaderĆ­a, hasta que de un dĆ­a para otro, todo se llenó de grandes cultivos de algodónā€. En efecto, Don Mane, como lo conocen todos en el municipio, llegó inicialmente a laborar en la que era la hacienda de Luis Mariano Bornacelly, ubicada en los predios donde hoy se encuentra Palmeras de la Costa.
 
Luego, se trasladó a la finca EspaƱa, quien lideraba la producción algodonera del municipio con 600 hectĆ”reas sembradas; de tal manera, que entre 1964 al 1970 trabajó y aprendió todo sobre su cultivo. Fue en momentos, en que Estrada Reyes, decidió radicarse en el municipio que lo vio llegar con una pequeƱa maleta donde cabĆ­a su vida, la misma que comenzó a reinventarse al ritmo que producĆ­a la ā€œfiebre blancaā€, y donde se casó con MarĆ­a Reyes Pertuz, la mujer de su vida y con quien vivió 60 aƱos. La misma, que a sus dos aƱos de su muerte, aĆŗn la llora.

Al salir de la EspaƱa, comenzó a administrar fincas algodoneras, como la de ā€œEl Chicoralā€, de Eduardo Sierra, donde afianzó sus conocimientos. MĆ”s tardes, se trasladó a Bosconia, y regreso tres aƱos despuĆ©s al municipio de Algarrobo, donde nunca ha vuelto a salir.

La ā€œfiebre blancaā€ tuvo su esplendor de 1950 a 1979, donde la economĆ­a algodonera fue sostenida por una tasa de crecimiento anual de un 13%, debido demanda de los mercados internacionales y de la industria colombiana. Para esta Ć©poca el Caribe colombiano producĆ­a el 75% de algodón del paĆ­s.

Sin embargo, el auge del cultivo de algodón decreció y fue entre 1977-1979, cuando se inició su crisis que a la postre acabarĆ­a con la ā€œfiebre blancaā€, hasta reducir completamente su producción a comienzo de 1990. Tiempo, que se inició la apertura económica y la implementación del modelo de globalización.

Producto de ello, el Estado abandonó su política proteccionista de la producción nacional, con la que había apoyado durante muchos años al sector textil; ademÔs, surge la quiebra de las principales empresas manufactureras, luego de los escÔndalos por sus dudosos manejos financieros y, para rematar se dio el auge del contrabando de telas elaboradas con fibras sintéticas.
 
Fue entonces, que la fibra de algodón quedó relegada. A pesar de ello, hoy el 80% de su cultivo es de origen transgénico, el mismo que ha causado varios cuestionamientos por los expertos en el mundo, ya que según ellos, trae graves riesgos a la salud humana.

De tal manera, que la apertura económica iniciada en el gobierno del expresidente Cesar Gaviria, acabó con los últimos y esporÔdicos cultivos de los departamentos Magdalena, Valle y Tolima.

En la actualidad, la producción vive un auge en los departamentos de Córdoba, Cesar. Guajira, Bolívar y Sucre, entre otras regiones del país, donde el Ministerio de Agricultura impulsa la siembra del algodón transgénicos o genéticamente modificados, sin que advierta las múltiples alertas mundiales y las prohibiciones que han hecho algunos Gobiernos en el mundo a este tipo de semillas, a raíz de las evidencias científicas que revelan los estudios sobre el tema de los cultivos biotecnológicos.
 
A pesar de las voces que se oponen a los cultivos transgénicos y de acuerdo con las cifras del Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, en Colombia durante 2014 se sembró 118.899 hectÔreas de algodón; al tiempo, que funcionarios del ICA y del sector privado, señalan las ventajas de esta semilla modificada genéticamente; según ellos, es resistente a las plagas y tolera la aplicación intensiva de herbicidas sin deteriorar su producción.

En Algarrobo, para Manuel Joaquin Estrada Reyes, los algodoneros libraron una feroz lucha contra el ā€œpicudoā€ conocido cientĆ­ficamente con el nombre de anthonomus grandis, un letal insecto que atacaba despiadadamente y sin tregua la planta. Para contrarrestar el pequeƱo animal se fumigaba hasta 18 veces sin resultado alguno y finalmente la producción presentaba reducciones considerables. De esta forma, una hectĆ”rea que arrojaba normalmente tres toneladas pasó a una, dejando ostensibles pĆ©rdidas para quienes se dedicaban a su cultivo, haciendo esta actividad inviable económicamente.

Este ā€œmorrocoyitoā€, como lo llama Estrada Reyes, fue descubierto en 1932 en la Isla de San AndrĆ©s por el agrónomo Carlos Escobar. Posteriormente, 1951 fue reportado nuevamente en el Corregimiento de Ternera, en inmediaciones de Cartagena, sobre un cultivo de algodón; posteriormente, la población del insecto se desbordó y causó casi la desaparición de la producción algodonera del Caribe colombiano. Y para acabar de completar apareció el ā€œcoquitoā€ otro parĆ”sito, que llegó de la Zona Bananera y complico aĆŗn mĆ”s el panorama para los algodoneros.

Don Mane, recuerda con cierta nostalgia como se vivió en el municipio la Ć©poca de la ā€œfiebre blancaā€: ā€œHabĆ­a un auge económico en toda la región, porque empleaba mucha mano de obra no calificada en todas sus fases de la producción, de las 5000 hectĆ”reas que se sembraban en el municipioā€. Tanto asĆ­ que en la zona se encontraban cuatro desmotadoras donde se transformaba la fibra: la de Caracolicito, El Labrador, Aracataca y la de Algarrobo.

La cosecha temprana de algodón tipo Delta Pas 61, comenzaba, al rededor del 20 de noviembre y sobre el 20 de diciembre, Algarrobo recibía una población flotante que migraba desde el interior y otras regiones del Caribe; esta actividad de recolección de la fibra se prolongaba hasta el mes marzo. Inmediatamente, después se iniciaba con la preparación de la tierra en el mes de mayo, para comenzar nuevamente el ciclo que duraba prÔcticamente todo el año.

Hoy el algodón es un recuerdo de un periodo que duró mÔs de 30 años y que significó crecimiento y abundancia para los pobladores de la región. El mismo que concluyó apenas inició el 90.
 
ā€œEste esplendor económico que vivió Algarrobo jamĆ”s volverĆ”ā€, evoca Manuel JoaquĆ­n Estrada Reyes, cuando recuerda que su Ćŗltimo trabajo como administrador algodonero fue en una plantación de 90 hectĆ”reas en la Finca ā€œLa Panchitaā€, tiempo que a la postre serĆ­an los momentos agonizantes de la ā€œfiebre blancaā€ y de la que ya casi nadie recuerda.

FotografĆ­a: [ar] actualidad regional. 

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